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Introducción y Bienvenida:



Manifestar que Santiago es una ciudad única y especial, un Barcelona latinoamericano (como han dicho algunos por ahí), con una variopinta gama de estilos, una rica sinergia cultural, una metrópolis en la que confluyen diversas maneras de pensar, ser y hacer, es una vaguedad inaceptable que es aplicable a cualquier lugar.

Santiago, más que una ciudad, es el más patente síntoma de la hipocresía. Es una manifestación disforme de lo que deseamos ser y lo que en realidad somos, es proyección de lo que luchamos por ocultar y lo que procuramos mostrar. Más que una ciudad enferma, es la negación constante de aquella enfermedad. Su población nace, se instruye y se desarrolla en base a un miedo tóxico, que más tarde se convierte en estructural. Todos corren, escapando de un peligro que en realidad se aloja en sus propias mentes y corazones, alimentando un necesario e inagotable egoísmo, que permanentemente es reforzado por compras compulsivas, diplomados inocuos y cafés vergonzosamente caros.

Al caminar por sus calles, he llegado a la conclusión de que la representación más auténtica de esta ciudad, no es la mujer refinada, no es el ejecutivo, no es el obrero, ni menos aún el profesional emprendedor. Los personajes más representativos, son aquellos seres lastimeros, patológicos, degenerados que se refugian en las esquinas y los callejones de Santiago. El borracho, el deficiente, el delincuente, el mutilado, el demente, son un producto auténtico y natural de un mundo desordenado, injustificadamente estresado, angustiado por la necesidad, intranquilo por la vaciedad. Lo ajeno, es todo el circulante ensimismado, que niega el real impacto de una ciudad que ahoga lentamente la razón, apostando por refugiarse en sus casas, mirando la televisión, contemplando la espalda sonriente de un vinculo disfuncional, de labores que no tienen horario de salida, de brebajes y sustancias que nublan los sentidos.

La mirada perdida y desorientada del pueblerino, es la postal más patente de una ciudad que vive de fragmentos, de aridez, de superficialidad vestida con estilo, de confusión. Santiago es eso, y mucho más. Santiago es materia inestable a punto de fisionar, cada espacio encierra un peligro, y a la vez una oportunidad pasajera. Hay mentira en cada rincón, ofertas que ofenden la conciencia y el pudor, promesas que son sólo anzuelos vacíos de verdad. Hay refugios para la locura, y para la locura de no vivenciarse loco.

Santiago Animal es un espacio de expresión del ser en Santiago, más allá de esta negativa introducción. No sólo está orientada a la crítica, sino que también a rescatar y proponer espacios, a veces con acidez, a veces con un ánimo lúdico… a veces simplemente por el acto de ironizar.

Bienvenidos a la Capital… Bienvenidos a Santiago Animal.

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